25 feb 2013

Trudy, y su oasis de historia en el medio del desierto

El retrato fue publicado por uno de sus nietos en noviembre de 2007
Este es un homenaje a Trudy, que durante años vivió en Tamariscos, a la vera de Ruta 40, cerca de Facundo. El viernes 15 de febrero pasé a saludarla y estaba en Sarmiento, internada. Me atendió su hija Liliana que ya planeaba celebrar el aniversario de Tamariscos el 21 de junio de este año. Nos imaginabamos a Trudy en esa celebración. Sin embargo, hoy leí un correo donde me comunicò su fallecimiento. Sus cenizas serán arrojadas en Tamariscos, un punto de encuentro, de resistencia en el medio de la Patagonia. La nota la escribí hace 13 años y decidí publicarla tal cual.




Tamariscos, el idioma del silencio



Un paraje sobre la ruta n° 26 sorprende al viajero, un bar-alojamiento y un puesto de Vialidad Nacional rompen con el equilibrio de la estepa que no perdona la indiferencia, Tamariscos. Este pequeño paraje que debe su nombre a una especie arbórea, está ubicado a 274 km de Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut, Argentina.En Tamariscos vive desde hace 70 años Herminia Gertrudis Bhöme de Prieto, al borde de la ruta haciendo honor al trabajo de sus padres y escribiendo su propia historia.
El antes y el después de Tamariscos Apagar el motor del auto significa comenzar a hablar el silencio. Sólo en verano la ruta comienza a ser más transitada pero nadie para en Tamariscos, los nuevos vehículos no hacen necesario el descanso. Gertrudis comenta añorando los viejos tiempos, "antes cuando el vehículo era el carro y los caminos malos la gente se tenía que quedar sí o sí". La zona estaban más poblada "había más movimiento y la gente del campo vivía con su familia". Además las reuniones familiares en los campos vecinos eran frecuentes y el momento más esperado. "Antes de acá para Sarmiento está ese boliche que está en la subida, Los Manantiales, después más adelante que dice Las Pulgas, y también había otros, en Nueva Lubeka, así que había cuatro boliches. Hoy hasta los camiones son ligeros. Otro motivo es porque los campos se han despoblado. Antes había muchos campos chicos y mucha gente. Antes en cada uno había una familia, ahora no hay nada". A Herminia le gusta hablar y contar historias de los "buenos tiempos" como ella los llama, será por eso que hace 13 años se dedica a construir un museo en su propia casa. Tamariscos y sus alrededores son los protagonistas de dos pequeñas habitaciones que conservan fotos, objetos, muebles y cartas del pasado de la zona. "En todos lados me conocen y me traen cosas. Tenga muchas fotos, pero el problema es que nadie sabe quiénes son. Yo junto todo lo que me gusta, cosas que tienen mucho valor para nosotros, que sirven para conocer nuestra historia. Comparo el tiempo de antes con el ahora y a veces pienso que antes se vivía mejor. Yo tenía correo, surtidor de combustible y ahora no tengo nada". La historia de Tamariscos y su zona está muy ligada al desarrollo del sector productivo ganadero. Durante sus mejores épocas era el centro de provisión de los campos de alrededor que desde hace 30 años sufren las consecuencias de una gran crisis económica.

El nacimiento Gardel canta "El día que me quieras" en un tono monótono obligado por el paso del tiempo. El viento se apropia de la melodía y va y viene en el museo. Mientras Trudi, como llaman a Herminia los conocidos, aprovecha y sacude el polvo de los objetos. Trudi es una narradora incansable, mientras mira las reliquias cuenta porque el establecimiento recibió el nombre de Tamariscos. "Cuando lo iban a inaugurar pensaron en qué nombre ponerle. Primero dijeron El Oasis por ser un lugar en una inmensidad. Y después como el tamarisco es una planta que es muy resistente a la sequía deliberaron mi papá, mi mamá, mis hermanos más grandes y quedó Tamariscos. El nombre fue una decisión familiar, además supuestamente había que plantar árboles. El Tamariscos crece acá sin problemas, es un árbol que se arraiga a estos climas". 
Plantar un árbol
Los padres de Trudi fueron los primeros en poblar estas tierras, Kurt Böhme y María Berhens, quienes un 18 de junio de 1938 dieron por iniciada una vida en Tamariscos. Vivieron del pequeño hotel y la producción del campo: la venta de ovejas y una quinta familiar. Para construir la casa debieron desmontar el terreno a pico y pala. La obra de construcción de su hogar de adobe la iniciaron en 1937. A pesar del tiempo la casa se mantiene firme oficiando de hotel, bar, museo y casa de familia. Herminia está muy orgullosa del trabajo de sus padres. "Le estoy escribiendo un diario a Mamá para contar su vida y todo el trabajo que realizó para poder vivir bien en un lugar como éste". Herminia, tiene 70 años y ojos claros. Camina hacia la ventana del museo que da al patio trasero de la casa, donde un molino hace frente al viento acompañado por un viejo álamo. "Ese árbol, el más alto, nunca lo podé porque ese es el primero que plantaron mis padres". El árbol se mueve como asintiendo, fuerte y orgulloso. El padre de Herminia, llegó de Alemania, su madre también era germana pero nacida en Punta Arenas, Chile. Kurt Bhöme, trabajó en una empresa de explotación petrolera y una estancia en Pico Salamanca en Chubut. 
Tamariscos
Según Herminia, fueron "cosas de la vida" las que reunieron a sus padres en 1920. En 1923, Kurt decide dejar la empresa petrolera y regresar a Alemania, un año después volvería y se casaría con María. La entonces ruta 270 marcó el destino del emprendedor matrimonio, que hasta tuvo que traer el agua de Río Senguerr, ubicado a 170 kilómetros.
Tamariscos, la tierra de toda la vida Herminia vivió prácticamente toda su vida en Tamariscos. Cuando estaba en edad escolar estudio en Comodoro Rivadavia, en el Colegio Alemán y en el María Auxiliadora. Regresó en 1946. Más tarde conoció a Manuel Prieto Ruiz, con quien se casó. Manuel llegó de España en 1920, lo trajeron un espíritu aventurero y la búsqueda de nuevos horizontes. Manuel y Trudi, tuvieron 7 hijos, 4 varones y 3 mujeres. Vivieron un tiempo en Tamariscos y luego se instalaron en Arroyito, una localidad cercana a Sarmiento para que los chicos pudieran estudiar. Pero, para Trudi, no había un mejor lugar que Tamariscos y regresa. La casa amplia, y una gran cocina a leña son las grandes compañeras de Trudi, que hoy vive sola. Manuel falleció en 1973, desde entonces sólo comparte momentos con sus hijos y en vacaciones disfruta de sus nietos.
La casa que cuenta historias
 Las dormitorios principales de la casa pertenecían a los hijos de Trudi, y con el tiempo comenzaron a albergar el museo. Hoy son visitadas por turistas de todo el mundo que detienen su marcha para tomar un café y sin querer se encuentran con la historia de la zona. Antes, el hotel de Tamariscos tenía huéspedes todas las noches. Hoy solo los "buscadores de paz" escogen una de sus habitaciones. Trudi, abre un cajón. Saca cuidadosamente unos cuantos libros grandes de tapa dura, que no pudieron evitar el paso del tiempo. En tinta china, cientos de nombres se agolpan y desconocidos invitan a indagar cada una de sus historias y los motivos que los llevaron a este recóndito lugar. Trudi corre las hojas una a una, y cuenta "cuando estaba mi Papá llegamos a tener 18 camas, pasaba gente de toda la zona hasta extranjeros. Ahora tengo cinco y quiero hacer una habitación más". 
Cada uno de los objetos del museo tiene una historia aparte, como una vitrola de 1920 que pone música de Francisco Canaro y su Orquesta Típica al encuentro con Gertrudis. Un gran ropero antiguo que espera ansioso algún memorioso del lugar que le ponga nombre a las diversas personas que habitan las fotos que conserva. Pero según Gertrudis "es difícil conseguir la información porque la mayoría de los antiguos pobladores ya no viven". Una gran caja de acrílico tiene su lugar junto al ropero, Gertrudis, la abre cuidadosamente y dice: " a esta caja no la abro casi nunca porque sino el aire lo va destruyendo. Son los restos de un indio, lo encontraron sentado en una cueva. Estaba envuelto con una manta y un cuero de potro, un tejido muy fino". Mientras Gertrudis se despide y cierra la puerta de su personalísimo museo afirma "en cada pueblo se enseña historia, pero no la nuestra. Sería bueno que todos contemos nuestra propia historia para que todos podamos conocerla. A mí me no me gusta contar cosas que no son ciertas, me gusta lo más cercano a la realidad". Gertrudis no sólo cuenta su historia sino también la de una zona que no sabe de pasados y olvidos, sólo vive y siente, cuenta sin barreras.


Esta nota la escribí hace unos 14 años, fue publicada por primera vez en http://causes.webcindario.com/causes3/investiga/produc/ser2.htm
Revista electrónica de la cátedra de Comunicación Audiovisual de la Licenciatura en Comunicación Social / Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales / Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco- UNPSJB

1 comentario:

  1. excelente nota los felicito por el esfuerzo que realizan día a día.

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