La negra historia de Orlando "Hormiga" González
Orlando González era un laborioso cultor de la fotografía artística. En 1979, esa actividad lo condujo a los umbrales de la consagración, al obtener el Gran Premio de Honor Cóndor de la Federación Argentina de Fotografía (FAF), el más prestigioso del país. Sus obras galardonadas fueron Una luna, una tarde y un viejo amor y La Parca. Ambas aparecerían publicadas en el número 138 de la revista Fotomundo (ver recuadro), junto con un elogioso comentario acerca de la segunda foto, que muestra, en clave difusa, una silueta femenina con una capa, detrás de una calavera. Lo cierto es que el peso misterioso de esa imagen aún hoy perdura, aunque no precisamente por razones estéticas.
Trabajar en la sombra, con luz difusa
Una rara avis en la ESMA: presumía de ser un artista sensible. Y las revistas especializadas lo describían como una promesa en el arte del retrato. En realidad, se trataba de un torturador de fuste. Los detalles de una trama increíble.
Orlando González era un laborioso cultor de la fotografía artística. En 1979, esa actividad lo condujo a los umbrales de la consagración, al obtener el Gran Premio de Honor Cóndor de la Federación Argentina de Fotografía (FAF), el más prestigioso del país. Sus obras galardonadas fueron Una luna, una tarde y un viejo amor y La Parca. Ambas aparecerían publicadas en el número 138 de la revista Fotomundo (ver recuadro), junto con un elogioso comentario acerca de la segunda foto, que muestra, en clave difusa, una silueta femenina con una capa, detrás de una calavera. Lo cierto es que el peso misterioso de esa imagen aún hoy perdura, aunque no precisamente por razones estéticas.
A los 32 años, González solía alternar ocasionales changas fotográficas con el ejercicio artístico del asunto.
En cuanto a las changas, hay por lo menos una que merece ser
mencionada: en junio de 1979 –cuando esa edición de Fotomundo estaba en
los kioscos–, a él se lo vio en la Plaza 18 de Julio, de Montevideo,
retratando a una mujer de mediana edad con la estatua de Artigas como
fondo, en lo que parecía ser una producción periodística.
En cuanto al ejercicio artístico del asunto, poco después, en
septiembre de ese año, se lo vio retratando a otra mujer en alguna isla
del Tigre. Al igual que en su consagrada foto La Parca, ella posaba con
una capa.
Ahora se sabe la identidad de sus modelos.
La primera: Thelma Jara de Cabezas, quien desde abril permanecía
cautiva en la ESMA. Las fotos que González le sacó en la capital
uruguaya –a donde la llevaron en un avión de línea– fueron publicadas el
22 de agosto en el diario News World, del reverendo Sun Myung Moon. Ahí
ella fue presentada como la "madre de un guerrillero muerto" que se
escondía de los montoneros. Otra nota de idéntico talante salió el 10 de
septiembre en la revista Para Ti.
La segunda: Lucía Deón, quien desde diciembre de 1978 permanecía
cautiva en la ESMA, tras una breve escala por el centro clandestino
Olimpo. González la fotografió en la isla El Silencio, una propiedad de
la Iglesia Católica sobre el río Chañá Mini, en donde los marinos
escondieron a sus prisioneros ante la visita al país de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)..
Ambas mujeres sobrevivieron a las mazmorras de la última dictadura.
González, en realidad, era agente de inteligencia de la Armada e
integraba el Grupo de Tareas (GT) 3.3.2 de la ESMA. Su nombre de guerra:
"Hormiga".
Ahora, a los 68 años, es uno de los 68 represores de la Armada
juzgados por delitos de lesa humanidad cometidos allí contra 789
víctimas.
La cuestión de su faceta artística estalló en medio del debate,
luego de que un testigo, el sobreviviente Carlos Lordkipanidse, se
refiriera a esa vieja nota de Fotomundo –exhibida por el propio
"Hormiga" entre los secuestrados– y a los retratos que él le hizo a
Lucía Deón en El Silencio. ¿Acaso es posible que González consumara sus
obras con personas cautivas? La pregunta ahora flota bajo el techo del
tribunal.
EL AUTODIDACTA.
Atildado y medido. Así se mostraba "Hormiga" ante
la superioridad. El capitán de fragata Guido Paolini, uno de los
calificadores de su legajo, tenía de él un excelente concepto y estampó
con su puño y letra el siguiente comentario: "Tiene excelentes
conocimientos de fotografía, tanto para la toma como para el proceso de
revelado y copia."
Quizás otro capitán de fragata, Luis D'Imperio –el sucesor de Jorge
"Tigre" Acosta en la jefatura del GT 3.3.2–, no considerara debidamente
tal cualidad, puesto que, con un ejemplar de Fotomundo ante los ojos,
bramó: "¡Usted es un pelotudo!" No le había causado demasiado
beneplácito que el artículo en cuestión incluyera el nombre verdadero y
otros datos personales de alguien que pertenecía a una unidad
clandestina de combate antisubversivo. "¡Usted es un pelotudo!",
repitió, sin dar crédito a sus ojos.
Frente a él, González permanecía firme y en silencio.
El tipo, oriundo de la ciudad chubutense de Esquel, había ingresado
en la fuerza a los 17 años; ahora, tres lustros después, tenía grado de
suboficial mayor, tras desempeñarse en el área de contrainfiltración y,
después, como secretario privado de algún jerarca del Servicio de
Inteligencia Naval (SIN).
En la ESMA, a donde llegó como auxiliar de inteligencia en 1977,
estaba a sus anchas. Tenía un escritorio en un rincón del llamado Salón
Dorado, nada menos que el centro de operaciones de ese inframundo. Allí,
él se encargaba de las comunicaciones, también ordenaba papeles y hasta
tenía a su cargo el envío a reparaciones de picanas con problemas
técnicos. Tampoco era inusual su presencia en interrogatorios; allí
–según las víctimas– solía administrar dosis eléctricas con una actitud
casi deportiva. A la vez cultivaba un trato amable con los prisioneros
sometidos a trabajo esclavo; en especial, con las mujeres, a las que
insistía en impresionar.
En todo momento hacía gala de sus pretensiones intelectuales. En
ello habría una razón de peso: dado su rango subalterno en una
estructura elitista como la de la Armada, él se sentía subestimado por
sus camaradas de armas. Creía que "estaba para más", y se lo quería
demostrar a sus superiores.
"¡Usted es un pelotudo!", le repitió D'Imperio por última vez.
Esas cuatro palabras, a través del boca a boca, circularían por los pasillos de la ESMA como un reguero de pólvora.
¿Cómo era la existencia de "Hormiga" fuera de ese lugar? González
vivía con su mujer en una casa situada en la calle Tomás Le Bretón, de
Villa Urquiza. Los vecinos tenían de él un vidrioso concepto, alimentado
por sus idas y llegadas al hogar en vehículos con antenitas y sin
identificación. No ocultaba, en cambio, su pasión por la fotografía.
Tanto es así que fue muy común verlo en el barrio con su cámara Asahi
Pentax K 1000 colgada del cuello. No menos común fue su presencia en el
Foto Club Marina, en donde acostumbraba a participar en exposiciones y
concursos. Claro que el codiciado premio de la FAF haría de él una
celebridad en el pequeño mundillo de la fotografía. No obstante, su
estilo no era muy estimado por sus colegas, ya que muchos de ellos
consideraban a González un vulgar imitador del famoso fotógrafo ruso
Leonid Tugalev. Ello no impidió que su obra maestra, La Parca, se alzara
en 1979 con la máxima cucarda del certamen fotográfico más importante
del país. Cabe destacar que, en esa ocasión, su gran derrotado fue el
mundialmente Pedro Luis Raota. Los detractores de "Hormiga" aseguran que
la decisión del jurado estuvo teñida de extrañas presiones. Ello no fue
un obstáculo para que la revista Fotomundo le diera su espaldarazo
editorial. Al parecer, la hija del director Lorenzo Mangialardi, una
joven retratista cuyo nombre era Silvia, le tenía una gran simpatía.
¿Sabía ella su pertenencia el GT de la ESMA? No es improbable; ella era
ingeniera naval y poseía un cargo directivo en una revista de Defensa,
muy frecuentada por militares y marinos, tanto retirados como en
actividad. Además, tenía un cargo ejecutivo en el directorio del
astillero Pedro Domecq, muy relacionado con la Armada. Allí, por cierto,
trabajaría González unos años después.
CAMARA OCULTA. Lucía Deón, quien en la actualidad vive en una
pequeña localidad de Córdoba, atendió la llamada de Tiempo Argentino sin
manifestar mucha sorpresa. Y, casi a boca de jarro, reconoció haber
sido retratada en El Silencio por "Hormiga".
–Él presumía de ser fotógrafo, y me hizo posar entre unos arbustos y
con una mantilla. "Hormiga" decía que debía representar la muerte.
–¿Acaso dijo "la parca"?
–Creo que sí. Es que pasó mucho tiempo…
–¿Fue voluntaria o forzada su participación en esas fotos?
–Y… ¿a usted que le parece?
La mujer, sin esperar la respuesta, pasó a un comentario:
–Con una de esas fotos hasta ganó un premio muy importante.
Al parecer, las fotos que González le hizo en El Silencio habrían
sido casi idénticas a las del premio de la FAF. De hecho, ya se sabe que
estas últimas fueron reproducidas por Fotomundo en junio; es decir,
tres meses antes. Ella, tras observar una copia enviada por el autor de
esta nota, no se reconoció. En consecuencia, persiste el enigma sobre
quién fue retratada en la foto galardonada por la FAF. Es muy probable
–aseguran sobrevivientes y abogados querellantes– que esa también haya
sido una víctima en situación de cautiverio.
En tanto, la vida de "Hormiga" se recicló en la democracia sin
contratiempos. Recién se retiró de la Armada en 1992, tras prestar
servicios en la agregaduría naval de la embajada argentina en Chile. En
el medio, hizo cursos de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, fue
alumno del prestigioso jurista Roberto Bergalli y obtuvo un título en
Criminalística con inmejorables notas. A la vez, trabajó en Tecnipol y
Saprán, dos empresas de Alfredo Yabrán, fue gerente de un aserradero en
Esquel, y escribió un libro sobre peritajes para seguros, por cuenta de
Ediciones Larocca.
El 4 de marzo de 2009 fue detenido en la localidad chubutense de
Corcovado por orden del juez Federal Sergio Torres. Desde entonces, su
lugar de residencia es el penal de Marcos Paz.
Ahora deberá pagar sus crímenes. Y también sus fotografías.
* Informe: Laura Lifschitz
Por momentos, el artículo de la revista Fotomundo sobre las
virtudes artísticas del represor Orlando González no tienen desperdicio.
Tanto es así que este –según aclara la revista– considera su fotografía
La Parca una obra "casual". Porque la idea original "fue simbolizar la
protección de una mujer hacia un niño. Pero la imagen que logró fue algo
dantesca, con esos árboles detrás de ella. Por otro lado, le rondaba la
idea de un castillo medieval, con una calavera delante del mismo. De la
conjunción de ambas ideas surgió La Parca, una fotografía distinta que
González compuso utilizando la mujer y la calavera del castillo".
Ya de por sí, que alguien se proponga representar una imagen
maternal y que termine delineando un estereotipo mortuorio es ya de por
sí una curiosidad psiquiátrica. Claro que la revista Fotomundo explica
semejante metamorfosis de otra manera: "Una obra de arte implica
planificación y trabajo. Es decir que entre la idea del autor y la obra
realizada media un extenso camino de errores y aciertos que van
construyendo lo que será esa foto final, que va configurando la
expresión más cercana de lo que queremos decir y también de lo que
somos."
Más adelante se ampliaría tal concepto: "Este trabajo de
planificación, búsqueda, concepción, bocetos, descartes de imágenes,
conjunción y encuentro de la expresión buscada, en una fotografía
distinta de la inicial, es la "casualidad" de la que habla González. Es
lo que otros llaman inspiración, aunque ambos conceptos no aclaren el
camino real de la obra de arte, como vimos cuando el autor de La Parca
nos describió los pasos que había seguido para darle forma y donde su
propio trabajo traspuso los límites de la casualidad. Quizás porque el
arte no es sólo un problema de buenas intenciones sino del talento con
el que se trabaja."
La revista Fotomundo presenta al represor de la ESMA como un
"autodidacta que se vale de toda la información que rescata de las
publicaciones especializadas en fotografía. Luego describe las
características técnicas del equipo utilizado por el hombre al cual en
las catacumbas de la Armada llamaban "Hormiga". Y, finalmente, aclara:
"Las drogas en su gran mayoría son preparadas por él mismo y algo de
suma importancia y que merece ser tenido muy en cuenta es que González
se vale siempre de la luz natural".
Al respecto, el propio "Hormiga" explicaría tal asunto con palabras
que son en sí mismas una declaración de principios: "Nunca, en ninguna
oportunidad he recurrido a la luz artificial. Me gusta la luz natural y
muy especialmente trabajo en la sombra, con luz difusa. Aun allí, donde
la luz envuelve al sujeto, es posible encontrar sombras y controlar los
diferentes contrastes que posee el original". ¿Qué hubiese dicho el gran
Lacan al respecto?
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