30 oct 2013

¿DE QUÉ SE QUEJAN LOS DOCENTES?




GABRIEL CARRIZO. 
Profesor del Seminario “De la Carpa Blanca a Carlos Fuentealba. Precarización laboral, protesta y sindicalismo docente en la Argentina contemporánea”
UNPA / UNPSJB. 
DNI 23439107



Producto del conflicto docente que acontece en nuestra ciudad, ésta bien podría ser una pregunta de los comodorenses. Sobre todo de aquel sector que descalifica la protesta con argumentos del tipo: “trabajan 4 horas”, “tienen 3 meses de vacaciones” o “se la pasan tomando licencia”. En algunos casos, las frases provienen de quienes lo más cerca que han estado de una institución educativa ha sido cuando dejan a sus hijos en la puerta de entrada a la escuela.
Entonces, ¿cuál es la razón que hace que las / los docentes estén más de 60 días fuera del aula, adhiriendo a una variedad de formas de visibilización de la protesta y dejando vacía la silla de la conciliación obligatoria? ¿Es producto del “maquiavélico”, “irracional” e “irresponsable” liderazgo de Carlos Magno? Por supuesto que no. Quien haya asistido a alguna asamblea docente podrá comprobar que hasta el mismo Magno debe someterse a la voluntad de los mandatos de sus pares. De allí que creemos que hay razones más profundas que permiten comprender que no es solamente un aumento del salario lo que podría aplacar el malestar docente, las cuales se vinculan directamente con la profunda insatisfacción con las condiciones de trabajo. Condiciones escasamente conocidas dada la percepción (errada) acerca de ser una actividad laboral “sin riesgos”, lo cual ha implicado que se invisibilicen los factores que generan malestar y sufrimiento.
Dicha insatisfacción se agiganta toda vez que los maestros son víctimas de un “doble discurso”, esto es, la contradicción entre el alto valor asignado a la educación y a los docentes (en abstracto en los discursos oficiales y programas políticos), y las formas concretas de abandono de las escuelas, la precarización laboral, y el deterioro del valor adquisitivo del salario docente. De allí que desde la década del ’90 los maestros se vieron obligados a hacer visibles sus demandas: por mejores condiciones salariales y laborales, por mayor presupuesto educativo, por la implementación de incentivos o estímulos económicos para el sector, por mejoras en los estatutos docentes y las normas que regulan el trabajo en las instituciones educativas, y por capacitación y perfeccionamiento profesional.
La sociología crítica del neoliberalismo pedagógico ha acuñado la categoría de “fragmentación educativa” para dar cuenta del agravamiento de la división social que produce el sistema educativo. Esta fragmentación de las condiciones de enseñanza / aprendizaje hacen cada vez más difícil la construcción de una experiencia educativa común. Ante este legado del menemismo, el docente debe asumir cotidianamente el desafío “freiriano” de transformar la realidad de sus alumnos. Pero lo hace experimentando una enajenación del trabajo que le genera pérdida del placer y una intensa frustración. En definitiva, lo hace con sus propias circunstancias: siendo “profesor taxi” que atiende a diversas instituciones y cursos, sufriendo la ausencia de apoyo a la actividad de enseñar, sintiéndose transmisor de un saber cuya relevancia está en discusión dadas las características de la cultura contemporánea, experimentando una multiplicación de horas frente a cursos, padeciendo diversas patologías laborales (tales como disfonías, enfermedades cardiovasculares, trastornos músculo – esqueléticos, depresión, estrés, agotamiento emocional) y asumiendo resignadamente la soledad del trabajo.
Precisamente es ese docente solitario que afronta el “pasivo social” en el aula el que por estos días ha salido a cortar las rutas, ha asistido a debatir en las asambleas, ha caminado en las marchas. Espacios donde se ha materializado “lo colectivo”, abriendo la posibilidad de resistir y modificar (al menos en parte) la cotidianeidad laboral. Porque en Comodoro Rivadavia la pretendida ruptura con los ’90 no ha llegado a las aulas, y menos a modificar la precarización laboral docente. Por lo tanto, no alcanza con la propuesta ministerial de un plus por material didáctico, la titularización docente o un nuevo diseño curricular. Menos con un bono de mil pesos.
Además el actual conflicto en Comodoro Rivadavia adquiere características particulares: los docentes ven alicaídos sus salarios en el marco de un “festival de consumo” propio de la industria petrolera, una Regional sindical que representa a docentes en los cuales la identidad asociada al viejo discurso normalista (esto es, el docente como “apóstol” o “segunda mamá”) está cada vez más erosionada, y las erráticas acciones de los sucesivos gobiernos provinciales. En el caso de estos últimos, todos hablaron de la importancia de la educación pública, todos manifestaron querer defenderla, pero nadie hace lo necesario por mejorarla. Porque si la educación pública es una prioridad, también deberían serlo aquellos que con su trabajo la sostienen.


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