GABRIEL CARRIZO.
Profesor del Seminario
“De la Carpa Blanca a Carlos Fuentealba. Precarización laboral, protesta y
sindicalismo docente en la Argentina contemporánea”
UNPA / UNPSJB.
DNI
23439107
Producto del conflicto docente
que acontece en nuestra ciudad, ésta bien podría ser una pregunta de los
comodorenses. Sobre todo de aquel sector que descalifica la protesta con
argumentos del tipo: “trabajan 4 horas”, “tienen 3 meses de vacaciones” o “se
la pasan tomando licencia”. En algunos casos, las frases provienen de quienes
lo más cerca que han estado de una institución educativa ha sido cuando dejan a
sus hijos en la puerta de entrada a la escuela.
Entonces, ¿cuál es la razón que
hace que las / los docentes estén más de 60 días fuera del aula, adhiriendo a
una variedad de formas de visibilización de la protesta y dejando vacía la
silla de la conciliación obligatoria? ¿Es producto del “maquiavélico”, “irracional”
e “irresponsable” liderazgo de Carlos Magno? Por supuesto que no. Quien haya
asistido a alguna asamblea docente podrá comprobar que hasta el mismo Magno
debe someterse a la voluntad de los mandatos de sus pares. De allí que creemos
que hay razones más profundas que permiten comprender que no es solamente un
aumento del salario lo que podría aplacar el malestar docente, las cuales se
vinculan directamente con la profunda insatisfacción con las condiciones de
trabajo. Condiciones escasamente conocidas dada la percepción (errada) acerca
de ser una actividad laboral “sin riesgos”, lo cual ha implicado que se
invisibilicen los factores que generan malestar y sufrimiento.
Dicha insatisfacción se agiganta
toda vez que los maestros son víctimas de un “doble discurso”, esto es, la
contradicción entre el alto valor asignado a la educación y a los docentes (en
abstracto en los discursos oficiales y programas políticos), y las formas
concretas de abandono de las escuelas, la precarización laboral, y el deterioro
del valor adquisitivo del salario docente. De allí que desde la década del ’90
los maestros se vieron obligados a hacer visibles sus demandas: por mejores
condiciones salariales y laborales, por mayor presupuesto educativo, por la
implementación de incentivos o estímulos económicos para el sector, por mejoras
en los estatutos docentes y las normas que regulan el trabajo en las
instituciones educativas, y por capacitación y perfeccionamiento profesional.
La sociología crítica del
neoliberalismo pedagógico ha acuñado la categoría de “fragmentación educativa”
para dar cuenta del agravamiento de la división social que produce el sistema
educativo. Esta fragmentación de las condiciones de enseñanza / aprendizaje
hacen cada vez más difícil la construcción de una experiencia educativa común.
Ante este legado del menemismo, el docente debe asumir cotidianamente el
desafío “freiriano” de transformar la realidad de sus alumnos. Pero lo hace experimentando
una enajenación del trabajo que le genera pérdida del placer y una intensa frustración.
En definitiva, lo hace con sus propias circunstancias: siendo “profesor taxi”
que atiende a diversas instituciones y cursos, sufriendo la ausencia de apoyo a
la actividad de enseñar, sintiéndose transmisor de un saber cuya relevancia
está en discusión dadas las características de la cultura contemporánea, experimentando
una multiplicación de horas frente a cursos, padeciendo diversas patologías
laborales (tales como disfonías, enfermedades cardiovasculares, trastornos
músculo – esqueléticos, depresión, estrés, agotamiento emocional) y asumiendo
resignadamente la soledad del trabajo.
Precisamente es ese docente
solitario que afronta el “pasivo social” en el aula el que por estos días ha
salido a cortar las rutas, ha asistido a debatir en las asambleas, ha caminado
en las marchas. Espacios donde se ha materializado “lo colectivo”, abriendo la
posibilidad de resistir y modificar (al menos en parte) la cotidianeidad
laboral. Porque en Comodoro Rivadavia la pretendida ruptura con los ’90 no ha
llegado a las aulas, y menos a modificar la precarización laboral docente. Por
lo tanto, no alcanza con la propuesta ministerial de un plus por material
didáctico, la titularización docente o un nuevo diseño curricular. Menos con un
bono de mil pesos.
Además el actual conflicto en
Comodoro Rivadavia adquiere características particulares: los docentes ven
alicaídos sus salarios en el marco de un “festival de consumo” propio de la
industria petrolera, una Regional sindical que representa a docentes en los
cuales la identidad asociada al viejo discurso normalista (esto es, el docente
como “apóstol” o “segunda mamá”) está cada vez más erosionada, y las erráticas
acciones de los sucesivos gobiernos provinciales. En el caso de estos últimos, todos
hablaron de la importancia de la educación pública, todos manifestaron querer
defenderla, pero nadie hace lo necesario por mejorarla. Porque si la educación
pública es una prioridad, también deberían serlo aquellos que con su trabajo la
sostienen.
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