18 mar 2006

Sobre la dictadura: a 30 años del Golpe Militar

Quiénes proveyeron la doctrina de guerra a la Dictadura Militar del Proceso

1ª Parte

Eduardo Jara – Periodista

Allons enfants de la patrie
Le jour de gloire est arrivé!
Contre nous de la tyrannie
L'étendard sanglant est levé!
L'étendard sanglant est levé!
Entendez-vous dans les campagnes
Mugir ces féroces soldats?
Ils viennent jusque dans vos bras
Ecorger nos fils, et nos compagnes,
Aux armes citoyens!
Formez vos bataillons!
Marchons, marchons,
Qu’un sang impur abreuve à nos sillons!
Nous entrerons dans la carrière
Quand nos aînés n'y seront plus!
Nous y trouverons leur poussière
Et la trace de leurs vertus.
Bien moins jaloux de leur cercueil,
Nous aurons le sublime orgueil
De les venger ou de les suivre.
Un general francés admite que torturó y asesinó a cientos de reos en Argelia
Pocos son los protagonistas de guerras sucias que cuentan en primera persona lo que hicieron, aunque se produjo una nueva excepción francesa.
El general francés Paul Aussaresses, de 83 años que fue responsable de los servicios de información franceses en Argel, admite haber encabezado un escuadrón de la muerte en 1956 y 1957, que tuvo el respaldo de un enviado del fallecido presidente socialista francés François Mitterrand, entonces ministro de Justicia
'Era raro que llegaran vivos al amanecer'
"Nuestro equipo salía cada noche hacia las ocho y nos las arreglábamos para estar de vuelta antes de medianoche, con nuestros sospechosos, para proceder a los interrogatorios. (...)
La mayor parte de las operaciones conducían a interrogatorios y otras terminaban con liquidaciones puras y simples, que se hacían sobre el terreno. (...)
La tortura era utilizada sistemáticamente si el prisionero rehusaba hablar, lo cual sucedía con frecuencia.
Era raro que los prisioneros interrogados por la noche llegaran todavía vivos al amanecer. (...)
No era posible hacerles entrar en el circuito judicial: eran demasiado numerosos y los engranajes de la máquina se habrían atascado.
Por consiguiente, las ejecuciones sumarias formaban parte integrante de las tareas inevitables del mantenimiento del orden".
Aussaresses organizó el asesinato del jefe del Frente de Liberación Nacional (FLN), Larbi Ben Mhidi, para lo cual contó con el aval del general Jacques Massu, la principal autoridad militar en Argel.
La suerte de Mhidi "fue largamente discutida con Massu. Llegamos a la conclusión de que un proceso a Ben Mhidi no era deseable: habría implicado repercusiones internacionales".
"Aislamos al prisionero en una habitación ya preparada (...) y con el apoyo de mis ayudantes le ahorcamos de una manera que se pudiera pensar en un suicidio".
Hasta llegar a este grado de "eficacia" represora, Aussaresses había recorrido un largo camino.
Tras abrazar la causa del general De Gaulle durante la ocupación nazi de Francia, en 1942, entró en el servicio secreto y fue entrenado para "forzar las cerraduras, matar sin dejar huellas, mentir, ser indiferente a mi sufrimiento y al de los otros, olvidarme y hacerme olvidar. Todo esto por Francia".
Tenía 35 años cuando fue destinado a Phlipppeville (Argelia), donde se produjo una oleada de atentados, en junio de 1955, que él se tomó "como una ofensa personal y una provocación".
Fue así como comenzó a torturar a detenidos y mató al primero: "El tipo murió sin decir nada. Yo no pensé en nada, ni tuve remordimientos de su muerte. Lo único que lamento es que no hubiera hablado antes de morir" .
Después, la escalada represiva.
Fue capturado un grupo de fellaghas (guerrilleros del FLN), junto con varios obreros de una mina que se suponía habían ayudado a aquellos y fueron todos ejecutados sin contemplaciones: "Me daba igual: había que matarlos, eso es todo, y yo lo hice".
Y finalmente, la batalla de Argel.
Tras las órdenes dadas al general Massu para que extirpara el terrorismo, se organizó el escuadrón de la muerte del entonces capitán Aussaresses con el que hizo su guerra nocturna contra el FLN, llena de "ejecuciones sumarias".
Cita una reunión de su jefe, el general Massu, con el entonces ministro de la Guerra, Max Lejeune, a quien aquel le comentó que habían detenido a "un grupo de terroristas" y se preguntaba si valdría más "entregarlos a la justicia o liquidarlos".
El ministro explicó al general que habían estado a punto de echar al mar un avión que transportaba a Ben Bella, el líder del FLN; no lo hicieron porque descubrieron que la tripulación del avión era francesa, pero él opinaba que a Ben Bella debían "haberle matado", siempre según la versión del hoy octogenario general, quien atribuye a esa entrevista el valor de haber despejado todas las dudas sobre la cobertura del Gobierno francés a las ejecuciones.
El autor de esta confesión no lo hace por descargar su conciencia, sino para dejar claro que todo cuanto se hizo fue en nombre de la República.
Tanto el jefe del Estado, Jacques Chirac, como el primer ministro, Lionel Jospin, habían descartado que una revisión de los hechos pudiera dar origen a un arrepentimiento colectivo.
Pero el diario Le Monde pidió en su momento un juicio sobre hechos "contrarios a todas las leyes humanas, comprendidas las de la guerra", que fueron ordenados y planificados por "un Gobierno de la República".
El 21 de mayo (2001), en la oficina del juez de instrucción parisino Roger Leloire se encontraba un 'invitado' reconocido y súbitamente célebre: el general Paul Aussaresses, a quien el Presidente de la República, por razones disciplinarias, pasaría a retiro el 6 de junio.
Sus revelaciones sobre las prácticas de tortura que aplicara en Argelia están todavía frescas.
Pero no fue para referirse a eso que lo convocó el juez Leloire.
Para estupefacción del viejo oficial, la pregunta del juez estaba referida al papel que los militares franceses en general, y el suyo en particular, cuando desempeñaron en la formación de quienes mas tarde serían los dictadores y torturadores argentinos.
Un asunto enterrado, olvidado, ultra secreto.
Los especialistas franceses de la 'guerra psicológica', de regreso de Argelia, pusieron sus siniestros talentos al servicio de las peores dictaduras sudamericanas, en nombre de Francia.
Nuestra investigación demuestra que existían dirigentes políticos franceses informados. ¡Y que eso funcionó durante veinte años!
Una memoria selectiva
Los recuerdos del general octogenario sobre la tortura en Argelia son inagotables.
Su memoria asusta por su precisión, igual que las notas personales que conservó a lo largo de su carrera.
Sus declaraciones son de un cinismo sin nombre.
El juez Leloire no sentía la menor inquietud. El general iba a contarle todo, a decirle cual fue su papel en América latina en esa época, a él, cuyo trabajo empezó con la denuncia de familias de desaparecidos franceses en Chile y Argentina, a principios de los años 70.
Aussaresses no paso su vida en los servicios secretos por nada.
Si habla o si escribe, es porque lo decidió.
Pero en el Palacio de justicia, su memoria vacila. ¡No sabe - afirma al juez - qué es un 'servicio de inteligencia', el servicio de información de que dispone un Estado Mayor!
Admite apenas, de la lengua para afuera, que es efectivamente un especialista en lucha anti subversiva.
Y sobre todo, confirma lo que el juez ya sabe: que fue agregado militar en Brasil entre 1973 y 1975.
El Point (Revista francesa) está hoy en condiciones de atizar la memoria del general, y revelar aspectos íntegros de la historia militar francesa.
Volvamos de nuevo al joven Aussaresses.
Durante diez años, después de la segunda Guerra Mundial, fue un as de los servicios especiales, el SDECE, aureolado por su heroica conducta durante el conflicto, en particular, en una mítica unidad de paracaidistas, precursora de todas las fuerzas especiales del mundo : los comandos “Jedburgh”. Durante la guerra de Indochina, se incorporo al GCMA (Agrupación de los Comandos Mixtos Aerotransportados), una unidad del SDECE, dirigida por el teniente coronel Roger Trinquier, quién después de una carrera de funcionario colonial en Asia, ha sido gracias a este conflicto el principal teórico de la guerra revolucionaria.
El primero sin duda, que leyó a Mao Tse Tung en el ejército francés y descubrió en su Estrategia de la guerra revolucionaria en China, el método con el cual Indochina enfrentaba a Francia
Casi sin medios, en particular de transmisión, Trinquier obtiene en esa época la ayuda de la CIA, que decide afectar, a su unidad, a dos funcionarios de enlace.
Para los estadounidenses las lecciones aprendidas en el GCMA no serán inútiles.
Para Aussaresses tampoco.
La paz en el mundo es una gran utopía, pero como soy un soñador continúo siempre a buscarla en vano y no me doy jamás por vencido. (Juan Bautista Bairoletto) - Gentileza de

Foto: Heridas que no cierran, y la justicia que no llega.
hijos.nl.com
Gracias Elvira C.

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