Nota del lector:
Histórica y paradójicamente la tierra fue un problema para Comodoro Rivadavia.
Grandes extensiones forman el ejido urbano más extenso de la provincia. La actividad
petrolera utilizó, contaminó y abandonó muchos kilómetros de terrenos que hubieran
sido, o son, aptos para que muchas personas puedan asentar sus viviendas, o para que la
trabajen y cosechen los frutos que generosamente nos brinda.
Esta tierra, que desde sus entrañas nos entrega su negra riqueza para que algunos llenen
sus avaros bolsillos, es también la necesaria para que echemos raíces. Es aquí donde
tenemos nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, y donde también tenemos
nuestros muertos. Es en la tierra donde ellos descansan y nosotros descansaremos, ¿en
paz?
Nuestros muertos no pueden descansar en paz en Comodoro Rivadavia.
La paz de su descanso tiene plazo de vencimiento. Está garantizada por un tiempo
determinado, cuya mayor o menor duración depende del poder adquisitivo de sus
deudos.
Es que la Resolución Municipal 222/44 establece distintas secciones en el cementerio:
Si se es propietario de un panteón o bóveda, los muertos descansarán en paz por 99 años,
y si alquiló un nicho entre 5 y 25 años. Si arrendó tierra, la paz podrá durar 5 años,
renovarse por 5 más, y sólo excepcionalmente, y si hay tierra disponible, otros 5 años. 15
años de paz en total en el mejor de los casos, y será interrumpida para que los restos sean
trasladados a nichos para restos reducidos o a la fosa común.
Si se trata de una sepultura en tierra a título gratuito, sólo para cadáveres provenientes de
hospitales y para los pobres (cuya condición se acredite suficientemente), la paz del
descanso durará 5 años, a menos que se pague – será que los deudos han tenido mejor
suerte económica que la de su ser querido - la renovación del alquiler por 5 años más.
Vencidos los plazos para que nuestros muertos descansen en paz, el destino de sus restos
y el derecho de quienes los sobrevivimos a honrarlos y recordarlos conforme nuestras
creencias, dependerá de que leamos el diario (precisamente el aviso) durante los 8 días
que el municipio publica la intimación de renovar la locación en los casos autorizados, o a
reducir, o remover el cadáver en los demás, bajo apercibimiento de ser arrojados a la
"Fosa Común".
Es llamativo que la misma resolución, que permite al municipio autorizar a un capellán
católico para la atención de la capilla del cementerio y para prestar gratuitamente
servicios religiosos que pidan los deudos de los fallecidos, regule de manera tan
irrespetuosa el tratamiento de los restos humanos.
La reglamentación atropella bárbaramente el derecho de rendir culto a los muertos.
Es contrario al principio de igualdad formal y material reconocido a toda persona por el
hecho de ser tal, que la diversa posición económica determine el tiempo que honraremos
a nuestros muertos "sin mudanzas".
Es asolador observar que por el mismo motivo - económico -, unos lugares están cuidados
y otros cubiertos de coirones y malezas, sin el menor atisbo de atención a estas tumbas,
y sin el mínimo y debido respeto a los sentimientos de quienes vamos al cementerio, a
visitar el espacio físico que alberga a nuestros seres queridos.
La Resolución aparece publicada en el Digesto Jurídico Municipal. El sitio oficial de
internet advierte sobre la colisión de esta reglamentación con otras posteriores, y dice
expresamente que están desactualizadas.
Adecuar la legislación es una obligación indelegable del Estado.
Adecuar significa actualizar, pero implica además hacerlo de tal modo que no colisione
con principios y normas que protegen derechos fundamentales de las personas. Profesar
libremente la religión es un derecho fundamental, que conlleva también el de rendir a los
muertos las honras según nuestras creencias. El ejercicio de ese derecho no puede verse
limitado por cuestiones económicas. Y se puede agregar un dato quizá macabro: por más
que usted tenga su "cuota" al día, un día puede llevar una flor y se encuentre con que su
familiar ya no está más allí, que lo arrancaron de su "morada final".
Habrá el Estado Municipal de pensar en una política de respeto al tratamiento de restos
humanos y a los deudos, utilizando todos los medios y recursos de que dispone.
¿Se puede imaginar y comprender lo que se siente cuando un familiar fue removido del
lugar donde descansaba en paz por una máquina vial?
¿Es aceptable que eso pase porque no leímos el diario justo los ocho días que el municipio
publicó el aviso?
¿Es justo que tengamos que enterrar a nuestros muertos más de una vez?
¿Es respetuoso que nuestros familiares sean tirados como escombros en un rincón
escondido, llamado osario común?
Es desolador ver llorar a una madre que vio ultrajar los pequeños restos de un hijo siendo
tirados a la basura.
Lógicamente los muertos serán en número siempre más que los vivos, pero los muertos
no hablan, y no los sobreviviremos mucho más de cien años.
¿Por qué el plazo no es igual para todos? ¿Por qué no se establecen nuevos espacios
para albergar a nuestros seres queridos mientras los sobrevivamos? ¿Por qué el Estado
ejerce semejante violencia moral contra los sobrevivientes?
En Comodoro el problema es la tierra. Es la tierra de la que venimos y a la que vamos,
hasta que la decisión de un insensible nos saque. Y entonces ya no somos de la tierra,
somos de la máquina que revuelve nuestros restos, somos de la montaña de otros huesos
que nos recibe y somos de las lágrimas que quedan en el aire. ¿No somos nada?
…
Nos queda una irónica y cínica esperanza. Las viejas noticias nos contaron que el primer
cementerio de Comodoro fue pasado por encima por una ruta "fantasma", inutilizable y
convertida en tumba de las tumbas. Pero la "Ciudad del Conocimiento" nos tenía
preparada una gran y bella sorpresa: "le vamos a ganar tierras al mar para hacer un Mega-
Super-Casino Shopping. ¿Dónde? En la Costa, allí donde la vida se nos muestra en los
colores en los flamencos. Esta es una muestra clara de que el slogan no es vacío. El
"conocimiento" se nos abre para quien quiera verlo: ahora sabemos que LA TIERRA ES DE
LOS VIVOS.
Daniel Eduardo Matyas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario