La tierra nos late en cada paso.
Desde el pulso empujamos
nuestra marcha.
Vemos flores simples en la planicie,
abrojos que se quedan
en la mirada.
Vida que ampara y nutre
vida,
la meseta es llena
de gracia.
Benditos nosotros,
los frutos de tu vientre.
Benditos nosotros que
sabemos tu nombre.
Lo decimos callados
y en voz alta.
Lo decimos juntos
desde el cuerpo.
La tierra nos late en cada paso.
Decimos no
cuando el silencio
es gusano
que pudre la cosecha. Luciana Mellado, Comodoro Rivadavia
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