Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster. Ellas arriesgaron sus vidas y en la más absoluta soledad escracharon a los soldados asesinos de obreros en la Patagonia. El 17 de febrero de 1922 durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, pelotones del ejército argentino al mando del teniente coronel Varela, recorrían la Patagonia cazando huelguistas por orden del gobierno nacional y para satisfacción de los terratenientes británicos y argentinos.
Los soldados habían demostrado ser "fuertes, duros y machos" fusilando sin asco a indefensos obreros gallegos, chilenos, polacos, rusos, alemanes, argentinos, por la osadía de pedir una cama limpia para pasar la noche, un paquete de velas, y jornada de descanso.
Cumplida la carnicería, el "paternal" Varela consideró pertinente, para solaz y esparcimiento de sus subordinados, enviarlos de visita a los prostíbulos de la zona.
Paulina Rovira, encargada de la casa de tolerancia "La Catalana" en San Julián, recibe el aviso.
Pero, las cinco pupilas del establecimiento se le rebelan.
Llegada la tropa, las mujeres esgrimen palos y escobas y al grito de: "Asesinos. Cabrones. No nos acostamos con asesinos!" rechazan a los soldados. Van presas. Son las únicas voces de repudio en medio del silencio de la sociedad cómplice.
Temiendo que el episodio se difundiera se las deja en
Libertad total... era la opinión de cinco pobres mujeres.
Osvaldo Bayer
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