Respirar aire fresco, que las gotas de lluvia me mojen y no importe; que las manos se me congelen hasta no sentirlas. Reirme de las tristezas, de los sueños rotos. Dormir profundamente, recostada en este teclado agresivamente negro.
Carlos eligió que su lugar en el mundo sería otro y desde que se lo propuso no ha parado de trabajar. Lee, piensa, proyecta sobre un lugar maravilloso, donde se respira, y las preocupaciones son otras. Donde la naturaleza manda. Volví a recorrer hoy su blog http://www.flyfishingyaventurariopico.blogspot.com/ , y me di cuenta cuanto de esas tierras hay en él, y casi en mí. Entendí porque la ciudad oprime corazones, y silencia la palabras en muchos como nosotros. Decidímos librar la lucha cuerpo a cuerpo contra las acciones que nos recuerdan que este no es nuestro lugar. Será que perdemos, cada vez más, que nos perdemos.
Anoche charlamos con Miguel de su creatividad desprejuiciada, de la búsqueda lúdica que a veces no alcanza aunque cierre los ojos y juege a no ver. "Me llevo mejor con los que no ven", me dice y sonrie. Liliana, eligió el silencio porque la garganta se cierra en Comodoro. En sus tierras ella le pone nombre a la vida, y atraviesa alambrados que no dividen nada.
Y otra vez el recuerdo nos empuja.
Tampoco tiene un lugar aquí.
Incistimos.
Mariela se fue con la mesa hecha con pedazitos de papel. Abrazó a Catalina, y la mochila negra una vez más. No volvió. Cosecha en las rutas de narices frías y pies dolientes nuevos amigos, porque no deja de sembrar. Ella no tiene puntos cardinales. Me pregunta "por qué el frío duele más acá".
Hoy quisiera dormir en la orilla, suspenderme a la voluntad del agua. Abandonar los parpados al viento. Mirar el cielo. Dejar que todo suceda.
La ciudad hoy no es un lugar para corazones sensibles.
Es el refugio de miles de bocas sangrantes, voraces, que dominan lenguas extrañas. Dedos que arrastran todo hacia una fosa de oscuras bases, donde se amasijan sin memoria. En esta agonía ya no importa el origen del río sino su corriente que sigue escribiendo duras penas.
"Día muy tranquilo en el Lago Cuatro", escribió Carlos en el épigrafe de la foto que esta arriba.
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