
Joaquim estima que en marzo abandonará el edificio donde trabajó prácticamente todo su vida, desde que llegó a Comodoro con 22 años, desde su entrañable Portugal. Allí aprendió el oficio cuando tenía 12 años.
“Tuve varios maestros zapateros, aprendí con ellos a hacer zapatos. Después estuve un tiempo en Buenos Aires antes de venir”. Allí trabajó en sociedad con un amigo que recuerda fraternalmente, sobre todo porque recientemente se encontró con su hijo, Mario Dos Santos Lopes, de Puerto Deseado. Por su taller pasaron ayudantes e incluso un socio “que viajó a comprar a Buenos Aires materiales y no volvió más”, comenta con un tono que devela su origen.

UN ARTESANO
Joaquim Rosa Inacio recibe a todos con el mismo humor. Advierte sobre trabajos que “no convienen”, por ejemplo “los zapatos de plástico”, donde hay que gastar 120 pesos en una reparación. “El oficio así se pierde porque nadie aprende a hacer zapatero. A veces me pedían que les enseñe a los pibes; ahora no se puede tener menores acá; hay que cumplir con las leyes; no es tan fácil”.
Cientos de zapatos yacen apilados en las paredes del local de la calle Ameghino, testigo de todas las modas. La dictadura del zapato de punta, la comodidad del taco ancho, las vertiginosas plataformas, se pierden entre las sandalias planas vencidas por las caminatas durísimas en este Comodoro que tiene la mayoría de sus calles sin asfaltar.
El local tiene espacio para todo, hasta valijas antiguas y bolsos de diseño; un banderín de Argentina; las moldes para confeccionar zapatos; un cajón de madera atestado de tacos de zapatos y el cuadro más imponente de Joaquim con uno de sus hijos. “Tengo cuatro hijos, 11 nietos y 11 bisnietos”, dice orgulloso.
TODA UNA VIDA


Y empieza a enumerar locales comerciales de antaño, describiendo un centro que ya no es. El oficio le dejó muchos pares de zapatos sin dueño, de “cuero, cuero”, y secuelas en la espalda por agacharse sobre la prensa y la máquina de coser. Ahora decidió retirarse porque “ya no tengo edad para seguir; lo más difícil a veces es complacer al cliente”.
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